Luz de Jardín Sonoro
© Paloma Eslava
De « I Quaderni di Caesar Augusta»
– XLIX –
[traducción del texto original en italiano]
Los viajes veloces…
Dejo que lo sucedido adquiera unos límites casi libres, a modo de sfumato. Y ya no me esfuerzo en codificarlos con fechas ni contornos de dietario De este modo me dejo sorprender por las supuestas coincidencias.
En el maremágnum de artistas conocidos, presentados, estudiados, adquiridos y protegidos, los años y los siglos se regocijan en un remolino estético, como decía, sin límites precisos.
Así ha sucedido hoy en la Lonja de Zaragoza. Al visitar la exposición de Paloma Navares me ha sorprendido ver dos piezas, grandes fotos de flores, hibiscus creo; hace años, en ARCO me conquistaron otras dos obras similares: en los pétalos gigantes de aquellas delicadas flores se vislumbraban palabras escritas con tenue caligrafía. Pedí a un amigo que me acompañaba que realizase unas fotos, que posteriormente me envió en papel, y todavía hoy las conservo. Pues aquellas dos obras eran de ella.
En esta exposición Paloma nos muestra una panoplia de sus 40 años de trayectoria. Hay que recordar que Paloma Navares ha sido una pionera en el arte multidisciplinar. Ella explica que hace 40 años era casi soledad ser artista visual-multidisciplinar. Nacieron nuevos paradigmas al usar tecnologías audiovisuales y multimedia, como fue el caso generacional de Bill Viola, Vito Acconci, Juan Downey o Nan Hoover, que nos acostumbraron a la videoinstalación, performances, nuevas formas artísticas con obras no estáticas, dando el paso al ambiente en movimiento, envolvente para los sentidos, a través de dinámicas visuales y sonoras.
Tras su primera exposición de pintura en 1977, se distanció de este medio y los elementos tecnológicos fueron la pauta de ruptura. En los años `80 se inicia en trabajos performativos con danza, dirige video festivales y fascina con trabajo en exterior: rueda animales en sus minúsculos recintos de unos 3x3m; hay tres tigres, cinco panteras. Graba su movimiento, desconcertante en similar espacio, y espejos reproducen la circulación de los animales. Su ritual pausado, hipnótico, un ir y venir claustrofóbico, que, en el caso del tigre, huye por un instante al “beber” un rayo de luz solar.
Todo nos lleva a explorar conceptualmente los temas humanos universales.
Paloma comenta detalles de su infancia claustrofóbica en un internado; sin embargo, cita con precisión el hecho de que una monja la enseñara a superponer un cristal sobre imágenes y calcar para poder dibujar con más comodidad, ya que tenía unos problemas de vista que han persistido, con numerosas operaciones, habiendo tenido incluso tiempos de ceguera absoluta.
Todas las etapas llegan y desaparecen las agarraderas y los puntos en que apoyarse. Relata más cuitas personales que se convierten en hitos vitales, pero nunca transfiero lo que el artista me refiere en privado.
El edificio de la Lonja ha sido un emocionante reto, pues en este espacio-luz puede ofrecer varios niveles, de fragilidad, transparencias y vuelo!
Sombras del sueño, vuelos de belleza que se recompone en sí misma para seguir adelante, sentimiento como “la emoción de flotar fuera de mí, y vencer con mi vuelo este espacio”. Hallamos pues la modernidad de las obras de Paloma en un lugar de vuelo de 1541, probablemente el edificio renacentista más importante de Aragón, la bella Lonja de Zaragoza.
Desde el inicio del recorrido, me son cercanos los videos de animales que Paloma ha realizado en los años ’80. Me llevan a la infantil fascinación de visitar zoológicos en grandes ciudades, porque era el único medio para estar en vivo cerca de los animales no domesticados que amaba. Con el paso del tiempo comprendí que eran recintos de arcaica y cruel didáctica, que hace más de 100 años sí podían representar una enciclopedia viviente. Así aprendí a emular a los felinos en su paseo lento, a diferenciar los elefantes asiáticos o africanos, en tantos días inolvidables y a notar cómo nosotros , los visitantes, éramos observados con cierta displicencia y aburrimiento por todos aquellos seres cautivos, alejados para siempre de su arriesgada libertad.
En el video del tigre, al ser interceptando por un haz de sol, empiezo a comprender la importancia que adquiere para la artista la luz que hace visibles las cosas, y el periódico oscurecimiento dramático de la ceguera.
En los `90, con “Jardín de la memoria”, se adentra ya en la iconografía de la mujer, con extractos de pintura clásica – véase Lucas Cranach– en una especie de apropiación de los cuerpos pintados, casi un sistema répertoire.
Y entramos sin ambages en los temas fundamentales para Paloma Navares : la naturaleza y el mundo femenino. Sus intereses vuelan en amplios círculos universales, siendo activa en el pensamiento feminista, el género y la naturaleza. Defensora del género en todas sus etapas, creando tributo a la situación de la mujer en la historia. Pero yo diría que su concepto constante es el humanismo. Consigue combinar todo ello con narraciones visuales. Tanto la naturaleza como el mundo femenino, son tema universal, en el que somos prescindibles, pero todo remite a nuestra presencia invisible, insoslayable humana conditio, simple y compleja al tiempo. Se ha posicionado en un modelo panóptico, que le permite ir y venir en los tiempos de la historia y sus remotos lugares. Todos los soportes son válidos, y así encuentra-descubre-incorpora a su iconografía el lenguaje escrito, palabras recuerdo de quienes incidieron en su creación.
Mundos de mujeres o mujeres en el mundo. Casi un sutil ofrecimiento etnológico para reflexionar.
Navares nos recuerda con sus obras cómo podemos constatar en el tiempo “los mundos” de las mujeres que acomunan variados objetos y gestos de opresión-supresión y olvido por constante relegación, a lo largo de los tiempos y en innumerables territorios. Innegable la transmisión genética, la germinación de culturas remotas y cotidianas, incluso a través de lenguajes inventados para conservar sus comunicaciones salvaguardadas de la supremacía jerárquica masculina.
Me gusta ver sus obras sin un orden establecido, porque me muevo por instinto, y me sumerjo en cada obra desde mi tiempo líquido. Hago mi periplo circular de la exposición, casi de animal recluido en uno de esos cilindros de luz, claustrofóbicos, que me aíslan del aire y de mi propio vuelo, mi circunnavegación – viaje personal por esta vida-, recordando las voces y los susurros de todas las mujeres de la especie, en un continuum que no consigue descanso, pues cuando algunos fragmentos de nuestras sociedades alcanzan luz y justicia, siempre persiste un eclipse, y en la parte de sombra renacen y reviven las primitivas ofensas.
Veo, así, que Paloma Navares elige la grafía en infinitos soportes como permanencia del legado ontológico. Hay un hibrido – el doble significado de lo expuesto- : el objeto más el simbolismo que adquiere con la luz o la transparencia. La elección de material fungible.
Procede a desmaterializar recurriendo en su trabajo a foto, acetatos, metacrilatos, que prometen fragilidad etérea y ambigua, en una deconstrucción en la que, en sentido filosófico, va perdiendo validez el tiempo, vía desguace y fragmentación. Reflexiona sobre el tiempo y sus circunstancias
Me gustan sus “jardines colgantes”, formados por piezas de metacrilato, unidas por anzuelos, y útiles de pesca varios, en infinito movimiento como una lluvia semitransparente, que desvela y perfila un attrezzo ambiguo, entre lo bello (el “anzuelo”) y lo atroz, para que la mirada los atraviese y ya no sea igual.
El vuelo es una libertad que Paloma usa para dar voz, luz y visibilidad a quienes no pueden gritar su desolación, oprimidos por injusticias. Y tras el atractivo de esa sutileza llamativa, se mimetiza, diminuto, el dolor o la insistente humillación.
Y cuando nos envuelvan las flores vibrantes, fotos o fragmentos de luz, los cantos rodados, saxa loquuntur, que silencian frases como “un viernes, Virginia Woolf desapareció en el agua”, un acercamiento reflexivo sobre el suicidio, como salida última del dolor, veremos que las flores del jardín de Paloma son soportes de un poema, con las voces del silencio de poetas suicidas, o flores heridas como las amapolas de sangre en memoria de Rwanda. Curioso este binomio asociativo que la flor plantea : tanto Muerte como Mujer.
Para entonces, ya nos habremos adentrado en la belleza que se ofrece transparente en los fragmentos, teselas, de un mensaje afilado, útiles de pesca, materiales transparentes para acercarnos y alejarnos, asomarnos y filtrar, silencio visible, variaciones, en fin sobre la muerte, affabulazione como eco de la obra de otros, se hace experiencia artística.
En realidad lo que vemos es la ausencia, pues nada de lo que o de quien hace mención está materialmente ante nosotros, es la idea, la memoria de todo ello lo que nos insinúa en un hálito melancólico de ensoñaciones, soledad.
Un inmenso jardín mudo donde Paloma Navares cuida las flores-voz-memoria de todas las mujeres, que se mueren como flores. Como si las flores fueran mujeres de todas las épocas rebrotando infinitamente y marchitando al ritmo de las olas. Graba su pensamiento en la imagen realizada (video/foto), la visión del mundo en pedacitos indelebles, la natura íntima de las cosas, la indomable esperanza.
Con esta poesía del silencio, Paloma Navares evocará costumbres atávicas para que descubramos un viaje hacia el Jigai, ritual suicidio de la mujer del samurái, el Kwaiken, daga doble filo para realizarlo , o Nüshu, un idioma secreto de las campesinas de Hunan (sur de China) que tienen la limitación de ser analfabetas, pero han inventado un vocabulario, y lo reflejan con bordados en la ropa como lienzo de sus secretos, bordados que, también como flores que se marchitan, solían ser quemados en el funeral de la autora.
El deseo de Paloma al crear es pintar el vuelo (no el pájaro), sino la emoción, el halo que deja. Y esa es la belleza efímera de sus obras. Pero cuando vean sus exposiciones sentirán que tras la aparente fragilidad un halo cruel y atávico nos inquieta.
Decía Luchino Visconti que ” l’arte deve muovere gli spiriti, sempre”.
Así lo notarán, en los pájaros que han volado, y ya no están, en los perfumes que se fueron y las sensaciones que dejaron. La intangible esencia perfumada de las palabras escritas en los pétalos de flores iluminadas, lo que deja de ser, la ausencia. El viaje hacia la nada o hacia la memoria universal.
Y un apotegma de Paloma Navares : “La luz se opone a la muerte”
Paloma Eslava, Enero 2020
Writer, Art Curator, Consultant and Critic (member of A.I.C.A.)
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“EL VUELO – Paloma Navares”
en La Lonja – Zaragoza