La seductora sensualidad del artefacto.
© Lorand Hegyi
La marcada realidad física hedonístico-sensual de los objetos individuales y la artificialidad poéticamente ambivalente y casi ritual del aura de estos objetos crean una irritación en la obra de Paloma Navares que demuestra a la vez una experiencia existencial vital y ciertos clichés de comportamiento cultural. Esta irritación está provocada por una teatralidad a menudo exagerada hasta el absurdo, por el mecanismo operativo de los efectos de luz, y por la poderosa jerarquía de la composición; la simetría y el orden arquitectónico sugieren una legitimidad clara e indisputable, aunque mediante la acentuación de la artificialidad se exhibe un “mundo de apariencias” seductor, ornamental y decorativo. Este “mundo de apariencias” sensual consiste en un museo imaginario inagotable que despliega toda una variedad de memorias culturales y de imágenes del eterno ritual de formación de jerarquías que se han convertido en clichés. Al mismo tiempo, estas imágenes comunican una experiencia sensual y dramática que determina el curso de la existencia humana en toda cultura y época. Son clichés y, al mismo tiempo, mensajes serios que requieren una alta dosis de percepción y no nos dejan indiferentes. Son poderosas, sugestivas, enigmáticas y seductoras: conducen al observador a un mundo poético-artificial en el cual ya no podemos estar seguros de qué es existencial y qué es decoro. Decoro también se refiere a nuestras expectativas, a la jerarquía social, al cliché y a la forma adecuada.
En estas imágenes sugestivas y sorprendentes, radicalmente sensuales, aparece algo- de forma casi inesperada- totalmente esencial, que se convierte en el marco decorativo de nuestra vida social mediante las formas casi ritualistas de la repetición eterna. Por detrás de este telón de fondo decorativo, Paloma Navares nos muestra lo inquietante, lo espantoso, lo sorprendente, y nos enseña lo que vincula nuestra vida con un tiempo mítico, incluso cuando el telón de fondo muestra una artificialidad dura y sensual. Esto también implica ciertos momentos irónicos, aunque la ironía nunca puede destruir el carácter poético, frágil y transitorio de esta obra.
Los elementos fríos, brillantes y enigmáticos de los conjuntos de objetos de esta artista española sirven de referencia para experiencias enormemente individuales y ocultas, indican narrativas, actualizan la memoria y le traen experiencias hace mucho olvidadas; todo esto crea un contexto espeso, duro e inevitable. El espectador tiene que hacer frente a objetos que manifiestan una permanencia atemporal y una substancia, nunca sagrada, en que se conjugan constantemente la fragilidad y la monumentalidad, el orden poético y el arquitectónico, la emoción y la jerarquía. El brillo de los objetos, la increíble perfección de la ordenación de los diferentes elementos, la decoratividad y sensualidad de los materiales utilizados, los efectos de luz calculados con precisión y el orden jerárquico casi ritual, resultan en un reconocimiento obligatorio del mundo presentado al espectador.
Este mundo artificial tan poderoso, sensual y artificial, que obtiene su legitimación en el rito de presentación y el culto a las apariencias, combina los momentos dramáticos con los clichés, artificiales a propósito y cercanos al decoro. Tal mundo de apariencias es poderoso, apremiante, inexorable. Su inexorabilidad emana directamente del poder de la imagen, de las apariencias que seducen y rechazan al mismo tiempo. La seducción viene de su belleza y brillo, de la perfección artística y su perfecta dramaturgia; el rechazo surge de la ostensión exagerada y la ceremoniosidad provocada al ponerse en tela de juicio la realidad.
Sin embargo es en ese preciso instante cuando el magnífico mundo de apariencias de los objetos sensuales y perfectamente ordenados se transforma en un espejo de conocimiento interior, en un vehículo donde nos interrogamos internamente sobre nuestro yo, en el drama de buscar lo auténtico. Debido a que el mundo de apariencias intenta converger con las experiencias peligrosas y sorprendentes casi inexpresables y con los miedos existenciales, la presión ética se hace más fuerte, y el impulso de encontrar la auténtica imagen es cada vez más irresistible; se pretende separar esa imagen auténtica del mundo de apariencias o extraer lo que de auténtico hay en ese mundo para reinterpretar los objetos y descubrir el verdadero drama en el acto de elegir y comprender.
Este acto de elegir supone quitar al objeto su carácter de fetiche, de objeto de culto y tabú socio-cultural, o de portador de clichés y manipulaciones; al mismo tiempo es considerado una revelación propia y valiente del sujeto individual de dicho proceso. El nuevo orden de los objetos hace posible la comprensión de las referencias existenciales fundamentales y la conjunción de las experiencias personales ocultas, la vida individual, el destino y las condiciones socio-culturales en una narrativa común real mediante una química extraordinaria.
Esta historia incluye experiencias vitales muy personales, referencias a una vida concreta, memorias de miedos y enfermedades, situaciones de dependencia de los demás, momentos en que las metáforas culturales ya no podían sublimar totalmente las experiencias propias. En este momento, el marco de los clichés socio-culturales se rompe y la dimensión metafórica se hace realidad. La magia del mundo de apariencias es sustituida por la verdadera luz de la experiencia vital real.
Cada objeto de Paloma Navares tiene algún aspecto de culto, y algo de narrativa; si no es el objeto mismo es su contexto, sobre todo el contexto de la presentación y el acto de ponerlo en uso. En los últimos años ha trabajado más directa e irónicamente con el contexto social, con los fenómenos de manipulación y de consumo. Cuando ella vende su propio cuerpo está mostrando de forma irónica los rituales habituales de los mecanismos del mercado, pero a la vez mantiene un nivel superior, una referencia metafórica desde la zona del culto sacrifical, que en su caso está claramente conectado con su dolencia ocular. Así, es capaz de operar con la desaparición de los tabúes por un lado y con la técnica narrativa de su historia personal por el otro. Por tanto, detrás del mundo de apariencias perfeccionista, sensual y brillante se encuentra de nuevo la lucha por lo auténtico.